Estas últimas semanas nos hemos sentado a fijar los objetivos anuales. Es un ejercicio que muchos equipos hacemos en esta época del año. El inicio de un nuevo ciclo trae consigo una sensación de renovación y posibilidad, lo que nos impulsa a aprovechar esa energía para establecer metas claras y ambiciosas para los próximos doce meses. Es un momento donde la motivación está en su punto más alto, y eso facilita las discusiones sobre el rumbo que queremos tomar como equipo. En mi caso, siempre pienso en si es el momento para probar alguna metodologías: OKRs, North Star Metrics, … No porque las tengamos que implementar, sino porque sé que son opciones populares. Pero al reflexionar sobre cómo estructurar nuestros objetivos, siempre hay una conclusión a la que vuelvo: ningún framework puede sustituir una estrategia bien definida.
Es fácil ilusionarse con la idea de implementar OKRs o cualquier otro sistema que promete mejorar el enfoque y la organización. Y no voy a decir que no funcionen; muchas empresas han tenido éxito con ellos. Sin embargo, al analizar el contexto de nuestra propia organización, pensamos que antes de decidir qué framework usar, necesitábamos responder una pregunta mucho más básica: ¿Hacia dónde queremos ir como equipo? Sin una respuesta clara, cualquier sistema que adoptemos podría terminar empujándonos en direcciones equivocadas.
En nuestra experiencia, la discusión sobre los objetivos no empieza con un taller sobre una metodología, sino con conversaciones abiertas sobre lo que queríamos lograr este año. En esas reuniones, cada persona llegó con su propia visión y propuestas. Lo interesante fue cómo, al compartir nuestras ideas y debatirlas en grupo, logramos alinearnos de manera natural. El proceso no fue fácil ni rápido, pero el resultado fue brutal: todos entendimos no solo qué queríamos conseguir, sino por qué era importante.
La importancia de una estrategia clara
En mi experiencia trabajando con equipos a lo largo de los años, me he dado cuenta de que los objetivos, por sí solos, no significan mucho. Al final, son solo números con una fecha límite. Lo realmente valioso de los objetivos es la dirección que establecen y cómo motivan al equipo para avanzar hacia una meta común. Por ejemplo:
Si el objetivo es captar más clientes, el equipo enfocará su creatividad en estrategias de adquisición.
Si el objetivo es aumentar los ingresos, buscarán maneras de ofrecer nuevos productos o servicios.
Si el objetivo es mejorar la rentabilidad, se centrarán en optimizar procesos y reducir costes.
Sin embargo, si no hay una estrategia clara que guíe esos objetivos, las acciones que tomes podrían terminar desviándote de lo que realmente importa. Por ejemplo, si la prioridad de tu empresa es crecer en facturación y los objetivos oficiales se centran solo en capturar clientes nuevos. La adquisición de clientes con precios bajos o descuentos puede aumentar los logos, pero no siempre contribuye a los ingresos de manera proporcional, mostrando que facturación y clientes no van siempre de la mano.
El valor de las conversaciones alineadas
Lo que más me impactó durante nuestras discusiones fue cómo logramos alinear perspectivas distintas al enfocarnos en un mismo problema, algo que no siempre es sencillo cuando cada quien trae consigo ideas y prioridades diferentes. La clave estuvo en dedicar el tiempo necesario para escucharnos y entendernos mutuamente, creando un espacio donde todos pudieran expresar sus puntos de vista.
Es muy distinto tratar de resolver estos temas a través de mensajes asíncronos, donde cada uno tiene su propio contexto y ritmo, que sentarnos juntos con un enfoque común. En las conversaciones cara a cara, las mejores ideas surgieron porque hubo interacción directa, debates honestos y un ambiente constructivo en el que las opiniones divergentes no se veían como un obstáculo, sino como una oportunidad para refinar nuestras ideas.
Al final, estos momentos no solo ayudaron a encontrar soluciones claras, sino que también reforzaron la confianza y el compromiso dentro del equipo. No se trataba solo de alinear objetivos, sino de construir una visión compartida que guiara nuestras acciones con intención y dirección claras.
Preguntas clave antes de fijar objetivos
Algo que también se volvió evidente es la importancia de ser brutalmente sinceros al responder esta pregunta: ¿Qué queremos conseguir realmente?
La respuesta a esa pregunta no solo nos ayudó a identificar posibles malentendidos, sino también a contrastar nuestra nueva estrategia con las actividades que estábamos realizando en ese momento. Por ejemplo, volvamos al caso de querer mejorar la facturación mientras se siguen aplicando descuentos agresivos para captar logos. Cómo vas a conseguir que el equipo de ventas rompa con la inercia de seguir ofreciendo esos descuentos? Y qué pasa con las conversaciones ya abiertas con clientes que esperan esas mismas condiciones? Estas tensiones son reales y forman parte del desafío de alinear el día a día con una estrategia renovada.
No se trata de que el equipo interprete los objetivos de manera incorrecta por falta de compromiso, sino porque cada quien trae su propia perspectiva al trabajo. Ser claros y transparentes evita esas desviaciones y asegura que todos rememos en la misma dirección, pero también requiere tomar decisiones difíciles sobre cómo romper con actividades que ya no son coherentes con el rumbo que se ha definido.
No estoy en contra de los frameworks, todo lo contrario. Creo que pueden ser herramientas muy útiles cuando tienes una estrategia bien definida. Pero no creo que sean el punto de partida. Si hay algo que tengo claro, es que fijar objetivos sin tener una estrategia es como querer navegar sin rumbo. Puedes orientar el barco y ceñir todo lo que quieras, pero si no tienes claro a dónde ir, lo más probable es que acabes a la deriva con las corrientes del día a día. En este sentido, la estrategia actúa como una brújula: no solo te dice hacia dónde debes dirigir tus esfuerzos, sino que también te ayuda a mantener el rumbo incluso cuando las circunstancias cambian. Sin esta claridad, es fácil que el equipo termine trabajando duro en direcciones que parecen correctas en el momento, pero que no los llevan realmente a su destino final.
La próxima vez que te plantees implementar un sistema como OKRs o cualquier otro framework, hazte esta pregunta primero: ¿Tengo claro a dónde quiero ir? Si la respuesta es sí, adelante. Si no, tómate el tiempo para definirlo. Lo demás llegará de manera natural.
→ ¿Te gusta el contenido? Suscríbete a mi canal de YouTube y apoya al podcast.
→ ¿Quieres venir a hablar al podcast? Contesta a este email.